lunes, 7 de noviembre de 2011

La Casa Abierta

En la casa abierta
convergen las corrientes de aire,
se agrupan en tertulias
formando un todo de opinión espontanea
cuando el viento sopla
y sacude a los habitantes
que entran y salen de ella,
enfriando las nucas
a merced del viento elocuente
y siempre reincidente en este lugar.
A veces el viento apaga los fuegos
encendidos por los dueños de casa,
otras, los enciende aún más y,
otras tantas,
pasa desapercibido
sin molestarse en incomodar.

En la casa abierta
el sol brilla con más claridad,
deja su estampa en el ojo encandilado
de quien de él no logra escapar.
Agobia a veces,
y nunca termina de calentarlo todo
en su íntimo alumbrar.

La lluvia no se queda atrás...
no sería incómoda
si llegara cuando tiene que llegar,
pero nunca estamos preparados
para dejarla empapar
y siempre arruina
lo que dejamos expuesto al entregar.

La casa abierta
tiene un techo abierto,
y por las noches
los sueños de sus habitantes
vuelan hasta las estrellas y más allá.
Quedan permeables y vulnerables,
pero aquí nadie cree en esta posibilidad,
porque la confianza es transparente,
como todo,
para bien o para mal en este lugar.

Los muros transparentes
de la casa abierta,
dejan en ridículo
a la controladora presencia
de sus puertas abiertas.
Los pensamientos
tienden a escaparse lejos con facilidad.
Los intrusos se escabullen,
pero quedan desnudos al entrar.

La casa abierta me recuerda a otra
que no logró ser lo que esta sí fue.

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